Paraguas desde el Infierno

9:55

Justo cuando el día parecía que no podía empeorar, se puso a llover. En cuestión de hacerte a puñeta, el destino siempre tiene un as bajo la manga. O siete.


«Joder. Genial».

El techo del baño se le había caído encima por unas humedades, había discutido con unos amigos, y justo después le despidieron. Y por supuesto, no llevaba paraguas. 

—Daría mi alma por un puto paraguas.

De una repentina explosión de humo oportunamente originada ante sus pies, surgió una voz.

—Bueno, eso puede arreglarse…

—¡Ay, Dios! ¿Eres el Demonio?

—Bueno, soy un demonio.

—Ah.

—¿No creerás que porque te molesten cuatro gotitas Satán tenga que levantar su diabólico trasero y venir hasta aquí para atender a tus caprichos, no?

—Emm… No, claro. Perdón, perdón.

—Nah, si no pasa nada. Bueno, tengo entendido que buscas esto…

El demonio le ofrecía un paraguas. No tenía nada en especial, pero en aquella circunstancia le parecía el mejor regalo del mundo.

—Sí, sí, dam… Pero espera.

—Tu alma. Ahora no te eches atrás, lo acabas de decir hace un rato. Es un trato. 

—¡Eh, que no he firmado nada!

—¡Ni se te ocurra hacerlo! Este tipo es un timador, hazme caso.

Otra nube de humo había dejado al descubierto a otro demonio, de aspecto similar, aunque este estaba detrás de un pequeño puesto infernal de paraguas.

—¡Eh, no me jodas! ¡Estaba yo primero! 

—Acérquese —continuó el segundo demonio—, mire cuantos modelos tengo. Sí, sí, ese es muy bonito.

La verdad es que sí. Tenía imágenes de Italia por toda la superficie, y el plástico del mango era muy suave al tacto.

—A mí es que me gustan más estos que son pequeños y se encogen, ¿sabe?

—Claro, claro, aquí están. Mire cuanto quiera, eh.

Un tercer estallido rompió entre el acompasado caer de la lluvia.

—Tener paraguas bonitos es bastante fácil, pero ningún otro vendedor puede igualar nuestras garantías y nuestro servicio post-venta. 

El tercer demonio hablaba desde el interior de una furgoneta convertida en tienda móvil de paraguas.

—No se deje embaucar por estos dos timadores. ¿Iban a ofrecerle UN paraguas por su alma?

—Sí, mire, la verdad es que hoy me da todo igual y yo lo que quiero es dejar de mojarme.

—¡Pero estamos hablando de su alma! Es una cosa muy seria para ir vendiéndola por ahí sin pensar. ¡Si se le estropeara el paraguas en un plazo menor a un año, se lo arreglaríamos sin ningún coste adicional! En caso de que el paraguas fuera irreparable, le devolveríamos las dos almas que usted pagó íntegramente. Y si acepta… ¡Le regalamos un segundo paraguas! ¡Sí, sí, como lo oye! ¡Un segundo paraguas totalmente gratis!

—Es bastante tentador, pero en realidad solo necesito uno…

—¡Pero oiga, le estoy ofreciendo el doble por el mismo precio!

—Sí, bueno, visto así…

Nadie se sorprendió cuando llegó el cuarto demonio, con tienda incluida.

—Verá, si este ser le ofrece dos paraguas por dos almas, nosotros le igualamos la oferta Y ADEMÁS le regalamos las fundas de paraguas a elegir entre nuestro catálogo de 50 modelos, garantía ampliable a cinco años si nos paga un alma más, y si acepta AHORA MISMO, ¡le incluimos el pack completo de la serie “Hércules, sus viajes legendarios” en Blueray!

—A mí es que me gustaba más Xena, y…

—¿De verdad va a dejar escapar esta oportunidad por el módico precio de cinco almas?

—Con la oferta que yo le ofrezco —empezó a decir el quinto demonio, desde un mostrador— ni siquiera tendría que empezar a pagar ya. Entendemos que las almas no crecen de los árboles, así que le financiaríamos el lote de diez paraguas y todo el equipo de accesorios, que le recuerdo que incluye funda, grasa de ballena para otorgarle una cubierta hidrófoba, set de herramientas de reparación, y puntas intercambiables, y podría pagarnos a razón de un quinto de alma por mes durante tres años, extendiendo el plazo de garantía a diez años mortales y…

—Sé que suena muy bien, pero no concebimos que nuestros clientes se conformen con un producto que no alcance la excelencia. —Al sexto demonio había que reconocerle que hablaba muy bien, y el suéter negro le daba un toque elegante.

—¿Excelencia?

—Claro, nuestros productos premim están diseñados para satisfacer las más altas exigencias de los consumidores. Observe este fino acabado redondeado. Sí, sí, toque, toque. Solo materiales de primera.

—Caray… 

Era el mejor paraguas que había visto en su vida, aunque no sabría decir por qué. Era grande, y negro y… Bueno, seguro que cubriría bien del agua.

—Sí, veo que reconoce la calidad de nuestro Recubridor pluvial™. Cuatrocientas noventa y nueve almas. 

—Uff… ¿No es un poco caro?

—Le ofrecemos un plan de pago personalizado, solo tendría que garantizarnos dos almas por mes durante una década, aunquedurantelosdosprimerosañoslacuotaasciendeasiete, además de nuestro servicio técnico exclusivo. Eso sí, no intente repararlo por usted mismo o recurriendo a otra empresa porque entonces se perdería la garantía.

—Y valiendo tanto, ¿qué más cosas puede hacer?

—La pregunta es, ¿qué puede hacer usted por él? 

—Emm… Bueno, tengo que pensarlo, aunque… Reconozco que es muy… Elegante y…

—Claro. Estoy seguro que alguien como usted puede permitirse cuatrocientas noventa y nueve almas de nada para disponer de este terminal anti lluvia de alta calidad. No solo está comprando un paraguas, créame.

—Vale, me ha convencido, me lo llevo. 

—Una firmita… Eso es… No se arrepentirá.

Al instante, todos los demonios desaparecieron, pero ya había conseguido su paraguas y su kit de accesorios. Casi le daba lástima que hubiera parado de llover hace veinte minutos por no poder estrenarlo.

¡Gracias por leerme!

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