Empezaron a sonar las campanadas, y él y sus compañeros de piso empezaron a seguir aquel ritual absurdo de todos los años, ese de comer las uvas con cada campanada. A él siquiera le gustaban las uvas. Era la primera nochevieja que pasaba fuera, pero no había podido volver para vacaciones. Le salía más barato quedarse allí, ignoraba por qué sus compañeros también se quedaban aunque supuso que sería por motivos similares. Comenzó entonces la farsa: las doce campanadas ni siquiera son una cuenta atrás de verdad, porque con el primer gong ya estaban en 2017. Puede que antes incluso; dudaba de que ajustaran el reloj de la Puerta del Sol para el segundo extra que se supone que tuvo el ya anterior año. Fallos, inexactitudes, y todo porque en el fondo aquello sólo es una excusa tonta para reunirse a hacer el imbécil y salir de fiesta.

—El universo por lo único que está regido es por las leyes de la física. No sé de dónde vienen ni cuál es su propósito, pero es lo único que tenemos. La ciencia, y no la religión, es lo que más nos acerca al origen de todo, pero puede que lo que encontremos no nos guste. Está claro que no sabemos casi nada sobre cómo funciona todo, pero si alguien lo supiera, creo que podría ver el futuro. O más bien lo que conocemos nosotros como futuro, porque no creo que exista. Todo ha pasado, está en las leyes. Eso que llamamos “probabilidad” no es más que el porcentaje de variables que sí que controlamos, o creemos controlar. Si ahora mismo, piensas que hay un 1% de probabilidades de que nos caiga un avión, por ejemplo, y nos aplaste, y finalmente eso ocurra… No es que eso fuera algo improbable, es que conocías el 99% de las circunstancias que te hacían creerte seguro, pero ese 1% se te escapaba, y si no hubieras conocido, te hubieras dado cuenta de que en realidad ese uno “era” el cien. En el mismo momento en el que ocurren las cosas, toda esa probabilidad de que lo hicieran se convierte automáticamente en cien, siempre. Es absurdo pensar que antes podría no haber ocurrido. ¿Por qué, si las leyes eran las mismas? Simplemente, cuando las cosas pasan, ya conocemos todas las circunstancias, porque ya han pasado. Oh, sí, el libre albedrío. ¿Crees que nosotros, seres insignificantes, podemos escapar? ¿Que podemos elegir nuestro destino? Somos materia, estamos hechos de estrellas, seguimos sujetos a las mismas reglas por las que siempre lo hemos estado. A base de “errores”, la complejidad de los subsistemas ha ido aumentando dentro del sistema mayor. Surgió la vida. De “casualidad”, dicen. No, esa casualidad estaba prevista, las leyes la contemplaban. Esa complejidad no es tal. Nos hacemos preguntas, nos creemos conscientes, pero en realidad es que esa capacidad de elegir que creemos tener simplemente es ignorancia. Y en nuestro ego, también programado, a la ignorancia la llamamos libertad. ¿Quieres saber cómo podría comprobarse esto? No se puede. Si se reseteara el universo, si en el primer y verdadero instante de la existencia, en esa porción infinitesimal de tiempo en el que comenzó todo, se dieran las mismas condiciones y las mismas reglas… ¿Qué ocurriría? Si una nueva posibilidad se abriera y el universo fuera distinto, la pregunta no tendría sentido, porque nadie que exista hoy existiría o al menos de la misma forma. Todo sería otra cosa. Y si por el contrario, todo fuera un bucle, si esta vez fuera la milmillonésima que vivimos esta vida, exactamente de la misma forma, seguiríamos condenados eternamente a preguntarnos esto, y a quedarnos sin respuesta mil millones de veces más. Así que no podremos escapar de este momento nunca. Este es nuestro destino, todos los millones de años anteriores nos han conducido aquí… ¿Qué me dices?

—Pues he oído que siguen las inundaciones esas.